¿Os gusta la historia? Si es así, seguro que disfrutaréis especialmente del post de hoy en el que vamos a rendir memoria y homenaje a algunos de los nombres propios de la apasionante historia del vino, personajes cuya existencia, dedicación y logros marcaron un antes y un después.
Dom Pierre Perignon (1638-1715)
Todo el mundo asocia este nombre a uno de los mejores champanes del mundo, pero no todos conocen la biografía del personaje. Dom Pierre Perignon fue un monje benedictino francés y a él le debemos nada más y nada menos que la existencia de los vinos espumosos. ¡Y no sólo eso! También el hecho de que utilicemos corcho para tapar y conservar la gran mayoría de los vinos. ¿Queréis saber más? Pues seguid leyendo…
La leyenda cuenta que Dom Perignon sufría de mala visión, que era prácticamente ciego, y, en consecuencia, había llegado a hiperdesarrollar el resto de sus sentidos. Contaba, al parecer, con un afinado oído y con un exquisito olfato. La custodia de las bodegas de la abadía en la que vivía (en la región de Champagne) era uno de sus principales cometidos y, curioso como era por naturaleza, dedicó su energía al perfeccionamiento de la elaboración del vino. En concreto, lo que quería Dom Perignon es mejorar la elaboración del vino blanco a partir de uvas tintas.
Y dio con un problema que a la postre fue un feliz encuentro: el vino que elaboraba tenía demasiadas burbujas. Aunque el fraile trataba de evitar que apareciesen –incluso llamaba a aquel vino ‘el vino loco’– el vino burbujeante que producía empezó a ganar popularidad entre los compradores. ¡Era el primer champagne! Como quizás habéis adivinado, lo que sucedía en aquella bodega francesa y provocaba la aparición de burbujas era la segunda fermentación en botella.
El ‘vino loco’ de Dom Perignon también provocaba otro efecto: algunas botellas llegaban a estallar a causa de los gases. Es por ello que hubo que embotellarlo en vidrio más resistente y encontrar una manera más efectiva que la cera para sellar las botellas. Y, efectivamente, fue el corcho el que cumplió la tarea. Siguiendo sus propios deseos, el cuerpo de Dom Perignon descansa para siempre entre viñedos.
Louis Pasteur (1822-1895)
También de origen francés, a este químico y bacteriólogo no sólo le debemos las miles de vidas que salvaron sus vacunas: el mundo del vino tiene mucho que agradecer a que desarrollase la célebre técnica que lleva su nombre: la pasteurización.
Durante su etapa de profesor universitario, Pasteur investigó a fondo los problemas de la producción del vino, la irregularidad de la fermentación alcohólica y el hecho de que muchas exportaciones se echasen a perder en tránsito. ¿Las culpables? ¡Las bacterias! Y, además de la causa, dio con la solución: la manera de plantarles cara sin alterar el sabor del vino fue calentarlo a una temperatura entre los 55 y los 60 grados centígrados.
Emile Peynaud (1922 – 2004)
Terminamos recordando a Emile Peynaud, una figura de nuestra historia reciente, también francés, en concreto, procedente de Burdeos, quien es considerado nada más y nada menos que el padre de la enología moderna.
Peynaud comenzó a trabajar en la industria del vino como aprendiz cuando apenas contaba con 15 años de edad, y llegó a revolucionar por completo los sistemas de producción del siglo XX. Fue químico, investigador, doctor, profesor universitario y asesor vinícola, en definitiva, dedicó su vida a encontrar la manera de hacer el mejor vino posible. Peynaud retraso la fecha de la vendimia a la vez que redujo los días de recogida, introdujo la separación de las uvas de mala calidad y el control de la temperatura en las fermentaciones y aprendió a sacar partido de la fermentación maloláctica, entre otros muchos avances.
Y, por si fuera poco, también fue un gran escritor: sus libros son todos unos ‘best sellers’ en el sector. ‘La cata del vino’ y ‘Cómo hacer vino’ son algunos de los más populares.