Aunque, por fortuna, no es altamente frecuente, puede ocurrir que al abrir una botella de vino te encuentres con que las propiedades de este están alteradas y que, por tanto, no se encuentra en estado óptimo para su consumo.
Por ello, en el post de hoy queremos enseñarte a identificar a través de la vista, el olfato y el gusto alguno de los defectos más comunes que puede presentar el vino y, en el caso de que sea posible, guiarte en los pasos para recuperarlo. ¡Empezamos!
El olor a corcho
Al contrario de lo que pueda parecer, el corcho no debe transmitir ningún olor al vino. Si detectamos olor a corcho “humedad, hongo” o a cartón mojado en el vino, casi con toda probabilidad se debe a que este ha sido contaminado por el TCA, un tipo de compuesto producido por mohos en el tapón natural y que se cede al vino al estar en contacto con él en la botella. Si tienes dudas sobre si este defecto aqueja o no al vino que tienes entre manos, la recomendación es la de esperar un poco, ya que el olor a corcho se evidencia con el paso de los minutos. El olor a corcho es, precisamente, el defecto del vino más común del mundo (¡afecta aproximadamente al 4% de las botellas!) y no es recuperable.
Sabor avinagrado
Este es el defecto de entre todos los que puede presentar el vino que más sencillo nos resultará de identificar. Se trata del clásico ‘vino picado’ y se debe, técnicamente, a una elevada acidez volátil que es consecuencia, a su vez, de un error en el proceso de elaboración o guarda del vino y que se produce por unas bacterias llamadas bacterias acéticas. El vino con sabor a vinagre es difícilmente recuperable.
Vino oxidado
El exceso de oxigenación se produce por el contacto excesivo del vino con el aire y produce una alteración del sabor (hay quien habla de olor a manzanas podridas) al oxidar el alcohol que contiene el vino, etanol a una molécula llamada etanal. También, un mal aspecto del vino (poco brillante y tirando a marrón ya que se oxidan las sustancias encargadas de dar el color rojo). La oxidación del vino puede deberse a un error en su elaboración o a un error nuestro, en el caso de que lo hayamos almacenado durante demasiado tiempo en zonas de temperaturas elevadas y con luz directa y/o con la botella en posición vertical (el corcho se seca y entra el oxígeno). Un vino oxidado es también un vino irremediablemente arruinado.
Olor a huevo podrido
El olor a huevo podrido aparece en el caso opuesto al anterior, cuando el vino ha sufrido de falta de oxígeno en su elaboración o crianza. Puedes detectarlo si percibes al descorcharlo olores a coles, goma quemada o a huevo podrido. Se da con mayor frecuencia, aunque no únicamente, en los vinos jóvenes ya que en los procesos de crianza en barrica el oxígeno ayudará a abrirlos y puede mejorarse en algunos casos mediante la decantación.
Posos en el vino
Puede considerarse un defecto únicamente visual ya que la aparición de posos es una característica perfectamente natural y normal en el vino. Eso sí, toma la precaución de no verter los posos en la copa ya que son ligeramente amargos: basta con que dejes reposar la botella antes de beberla hasta que los sedimentos reposen en el fondo. También puedes decantar el vino.
Cristalitos
Como en el caso anterior, si identificamos la existencia de pequeños cristales en el vino, no debemos preocuparnos. Aparecen porque durante su elaboración, el vino no ha sido bien estabilizado o que se elabora de manera muy respetuosa sin filtrar: la denominación técnica de estos cristales es ‘tartratos’ (proceden del ácido tartárico) y su aparición no altera sus características organolépticas así que, si los detectas, no te preocupes: puedes consumirlo con tranquilidad.
Exceso de sulfuroso
Olor a cerillas recién apagadas o a naftalina, un sabor amargo o picor y sequedad en la garganta son indicios claros de que el exceso de dióxido de azufre ha hecho estragos en el vino. También el color del mismo quedará sin brillo y amarronado en los tintos. No te quedará más remedio que abrir otra botella.
Burbujas
Si encuentras burbujitas al abrir un vino que no es espumoso (es decir, un vino tranquilo) y, además, detectas que su apariencia es algo más turbia de lo que cabría esperar, posiblemente se deba a que se ha producido una segunda fermentación no intencionada en la botella al haberse embotellado con un resto de azúcar o de málico y las levaduras o bacterias han podido volver a actuar. Si el sabor del vino no te resulta desagradable, puedes consumirlo.