Presume de tener un color delicado y alegre, de ser fresco y ligero, es especialmente apetecible durante el verano como remedio ante las altas temperaturas, aunque, eso sí, arrastra una (injusta) fama de segundón… ¿A qué vino nos referimos? Seguro que habéis acertado: ¡al rosado!
Hoy vamos a hablar del vino rosado y desde aquí, vamos a intentar sacudir alguno de los prejuicios que suelen acompañar a su concepción y a demostrar que no es un vino de mala calidad, ni se elabora con uvas de segunda, que rosado no es sinónimo de clarete y que tiene muchas más posibilidades más allá de la hora del aperitivo y de la temporada estival.
Vamos, que queremos poner al rosado en el lugar que merece por derecho propio.
¿Qué es el vino rosado?
El vino rosado es una clase de vino que se elabora con uva tinta o con varietales de uva tinta (o, en algunas ocasiones, con mezcla de uva tinta con uva blanca, pero con bajas proporciones de esta última).
Existen dos métodos fundamentales para la elaboración del vino rosado que dan lugar a dos variedades:
- Rosado de sangrado. Tras el despalillado de la uva tinta (el proceso por el cual la uva se separa del raspón) se estruja y se deja macerar ésta por un periodo que puede ir desde apenas unas horas hasta 3 días en función de la intensidad de color deseada. A continuación, el mosto se extrae por sangrado (cae por gravedad, dejando los hollejos en la parte superior del depósito) y se traslada a un depósito diferente, donde se producirá la fermentación sin el contacto con los hollejos (al contrario de lo que sucede en el vino tinto). Este proceso es el que da lugar a los rosados de mayor calidad.
- Rosado de prensado directo. La uva se prensa y el mosto toma un color ligero de los hollejos. Como en el caso anterior, el mosto fermenta en otro depósito, sin hollejos.
El vino rosado también puede ser Joven, Crianza, Reserva y Gran Reserva.
¿Es lo mismo un vino rosado y un clarete?
Existe una confusión entre los rosados y los claretes, derivada del color de este último. Pero un clarete es siempre un vino joven, se produce con mezcla de tintas y blancas y en su elaboración, la fermentación se realiza parcialmente en contacto con los hollejos, que se retiran una vez que el mosto alcanza la coloración deseada. En conclusión: aunque la vista engañe, se trata de vinos muy distintos.
El Montecillo Rosé
El Montecillo Rosé se elabora con uvas tintas, en concreto, con (cómo no) Tempranillo (en una proporción del 70%), Garnacha (en una proporción del 20%) y Graciano (un 10%).
Al igual que nuestros tintos, lo escogemos desde las viñas. Buscamos frescura, flores ligeras, mucha fruta roja, buena acidez y no demasiado alcohol, y esos serán los racimos que recolectaremos en nuestros viñedos en su estado óptimo.
Nuestro Rosé toma su elegantísimo color rosa pálido en maceraciones cortas en frío junto a los hollejos en atmósfera inerte. Después de eso, obtenemos el mosto por el método tradicional del sangrado por gravedad (como hemos explicado, los hollejos acaban por separarse y van a la parte superior del depósito mientras el mosto cae al fondo) y lo dejamos desfangar (se deja reposar para que las sustancias sólidas caigan al fondo), también en frío.
Después, el mosto se trasiega a pequeños depósitos de acero inoxidable, y allí se produce la fermentación alcohólica, siempre a baja temperatura con el objetivo de potenciar los delicados aromas de cada variedad, ya que en la elaboración de nuestro rosado, cada varietal se fermenta por separado y se ensamblan a posteriori. Para terminar, una vez realizado en ensamble, se deja macerar el vino durante unas semanas en contacto con sus lías finas. En algunas ocasiones, se realiza la segunda fermentación (maloláctica) total o parcial en los rosados, buscando dar mayor elegancia y volumen en boca, este es el caso de nuestro Montecillo Rosé.
Si os preguntáis cómo resulta nuestro Rosé, os podemos contar que, además de su color cristalino y delicado, rosa con reflejos lilas, podréis apreciar entre sus aromas notas florales (violetas) con frutas (fresa, frutas rojas). En boca, presume de ser amplio y envolvente, de acidez perfectamente equilibrada y de un poco de dulzor.
Aunque, como siempre, lo mejor es que lo descubráis vosotros mismos. Recomendamos consumir nuestro Rosé a temperaturas entre los 10 y los 12ºC acompañando a ensaladas, arroces cremosos, carnes blancos, pescados y mariscos. ¡Y que aproveche!