Una vez narrada la historia del juicio de París y su consecuencia inmediata para el Nuevo Mundo, vamos a ver cómo afectó este hecho a la D.O.Ca. Rioja. Porque afectó, y no de cualquier manera.
Antes de nada, hay que hablar de, quizá, el enólogo contemporáneo más influyente: Michel Rolland.
Como la fama es lo que tiene, estamos ante la figura más admirada y odiada del mundo del vino. Y no por igual.
La razón de tanto posicionamiento no es otra que la naturaleza del personaje, al considerar al vino como una industria más. Una industria que tiene que ser rentable, generar beneficios y por lo tanto estar orientada al cliente. A sus gustos.
Él mismo no ha dejado de repetirlo a lo largo de su carrera una y otra vez: antes que nada el vino es un negocio.
Sin quitarle poesía y misterio al mundo del vino, su máxima es que los vinos se hacen para ser vendidos.
Su carrera comienza justo en 1976, fecha en la que también se celebró la famosa cata de París. En ese año, junto con su mujer, lideraba un laboratorio enológico en la orilla derecha de Burdeos. Realmente desde este centro de alto rendimiento para vinos empezó a asesorar a las más prestigiosas bodegas de la zona: Château Ausone, Château Angelus, Troplong Mondot, incluso alcanzando la otra orilla bordelesa con Château Lascombes.
Entended que, después de la cata parisina, las bodegas francesas estaban ansiosas por reaccionar al pensar que la tendencia iba a ser la praxis del nuevo mundo.
Querían modernizar su estilo. Rolland parecía tener la clave, pues su estilo de vino maderizado, concentrado de fruta madura, balsámico, tostado y potente hacía las delicias del ya crítico de vinos más importante del momento: Robert Parker.
Acababa de aparecer en Europa una nueva concepción de vino tinto.
El estilo Rolland se hace viral. La aplicación de su “receta” no parece encontrar obstáculos allí donde él se encarga de elaborar, ya sea participando activamente en todas las fases del proceso o asesorando desde la distancia.
Si ahora mismo pusiéramos todas las bodegas que han llegado a contar con la colaboración de Rolland no habría scroll suficiente a aplicar. Hablamos de más de 400 bodegas entre las que se incluyen algunas de las más prestigiosas del mundo. Alguna de D.O.Ca. Rioja entre ellas.
El Spanish Tour de Rolland empieza en 1985 en la D.O.Ca. Rioja, justo cuando Bodegas Palacio pasa a manos de un grupo de inversores liderados por el francés Jean Gervais, el cual no duda en contratar a Rolland para crear un nuevo tipo de tinto riojano bajo la etiqueta Cosme Palacio. Así nace el primer vino de “Alta Expresión” de la D.O.Ca. Rioja. El primero de una larga extirpe que nos llega hasta hoy.
Dicho esto, el salto definitivo en cuanto a este tipo de vinos en España llega de la mano de Marqués de Riscal y su ya mítico Barón de Chirel.
Éste surge en 1986 como fruto de un trabajo experimental partiendo de una selección de uva de viñas viejas, muchas centenarias, de gran calidad pero muy bajo rendimiento.
El resultado de esto es el verdadero precursor de lo que ha pasado a denominarse vinos de “alta expresión”, ya con una identidad riojana plena.
A día de hoy se sigue produciendo, pero solo en las añadas con la suficiente calidad. Desde la década pasada ya solo se utiliza roble francés en su crianza.
Explicado el antecedente histórico es cierto que llevamos un rato hablando de “vinos de alta expresión”. También se les conoce como “de autor”, pero no hay una definición legal de esos vinos.
Realmente estamos ante un producto en que cada bodega desea demostrar su máximo nivel a la hora de hacer buenos vinos. De hecho se llega a prescindir de la normativa del Consejo Regulador a la hora de elaborarlo, siendo, literalmente, el resultado de la creatividad de cada bodega.
Lo que sí parece es que tienen puntos en común, habiendo cierto consenso en buscar una alta madurez fenólica de la uva que dé lugar a un vino concentrado.
Asociado a esto se decantan por el cultivo de la idea «pago» o “finca”, la extracción, la potencia en boca y, por supuesto, mucha estructura.
Son tintos que alcanzan con facilidad los 15 grados, algo nunca visto antes en esta región. E, incluso, se prefiere etiquetar con las distinciones básicas como D.O.Ca. Rioja «Garantía de Origen» o «Crianza» cuando podrían, perfectamente, considerarse “Gran Reserva” o “Reserva”. Todo ello para evitar la crianza en barrica o botella que exigen estas distinciones.
Es decir, cada bodega apuesta por dar a cada referencia el tiempo en barrica, o botella, que considere oportuno en función de las características específicas de cada añada y el estilo de vino que se desea obtener. Como este criterio no tiene por qué corresponderse con lo que establece la legislación al respecto, opta por trabajar y prescindir de los indicativos tradicionales de crianza.
Tampoco hay que dejar de mencionar otro subgénero que no es exactamente lo anterior, pero si viene al hilo. Lo que en Francia se denominó vino de “garaje”. No dejan de ser aquellas referencias ultra limitadas en cuanto a producción de altísima calidad que llevan hasta el extremo la selección de la uva buscando la concentración absoluta.
De esta clase uno de los más famosos es La Mondotte, un tinto de Saint Emilion (Burdeos) que pasa de los 500 euros la botella con suma facilidad.
Ahora es vuestra misión probarlos y ver con que os quedáis. Como dice Michel Rolland, no hay nadie que sepa de vino más que vosotros, porque no deja de ser un gusto personal.
Cada uno es su mejor experto.
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