Uno de los elementos más determinantes en la crianza del vino son las barricas. Ya os hemos explicado cómo influye el tiempo de permanencia en barrica y en botella en el hecho de que un vino torne en Crianza, Reserva o Gran Reserva pero, como podéis adivinar, no es indiferente que la crianza se realice en una barrica o en otra. Por ello, en el post de hoy, queremos que conozcáis mejor estos elementos para que podáis entender por qué son tan importantes. ¡Empezamos!
Un poco de historia: de la tinaja a la barrica
¿Alguna vez os habéis preguntado por qué se empezó a criar el vino en barrica? Pues se trata de una historia apasionante en la que la casualidad (o el destino) jugó un papel importantísimo. ¿Queréis conocerla? ¡Seguid leyendo!
Como ya os hemos contado, hace más de 2000 años el vino se transportaba en ánforas de barro, un sistema poco práctico para transportar grandes cantidades ya que estas tinajas se quebraban o rompían fácilmente. Fenicios, griegos y romanos necesitaban una solución mejor para progresar en el comercio del vino y esta solución llegó de mano de los celtas.
El pueblo celta, que habitaba el norte y el centro de Europa, era un buen conocedor de la madera, material del que disponían en abundancia y con el que construían sus casas, sus barcos y sus recipientes. En un primer momento, conseguían depósitos estancos ahuecando troncos pero, en una fase más avanzada, comenzaron a construir los primeros barriles, cortando los troncos en duelas (así se llaman las tablas curvas que los conforman) y uniéndolas con aros de madera o de mimbre. Como podéis suponer, en cuanto los romanos tuvieron conocimiento de este avance, adoptaron el mismo sistema.
Las barricas respondían, por tanto, a una necesidad de transporte. Pero he aquí que los franceses, alrededor del siglo XVIII cayeron en la cuenta de que el vino transportado en barrica no sólo llegaba a su destino en excelente estado de conservación, sino que ¡era incluso mejor! ¿Qué pasaba por el camino para que la calidad del vino aumentase?
Aunque hoy en día la respuesta nos parece obvia ya que conocemos bien el proceso por el que la barrica aporta color, aroma y gusto al vino, en aquella época tuvieron que investigar hasta demostrar, primero, el importante papel de la barrica en la calidad del vino y, después, con qué tipo de madera se obtenían los mejores resultados.
Tipos de barricas
En lo esencial, las barricas actuales siguen siendo muy parecidas a aquellas primeras barricas: están formadas por duelas abombadas y unidas con aros de hierro, formando un cilindro convexo que en ambos extremos está cerrado con tapas circulares.
Respecto a las barricas, podemos decir que su tamaño importa y que también lo hace su materia prima principal, esto es, la madera.
Las dimensiones de la barrica son significativas porque, en términos generales, a mayor tamaño de la barrica menor será el aporte de la madera en la crianza del vino ya que habrá menor superficie de contacto madera/vino (que, como ya hemos visto, es muy importante en la adquisición de los aromas terciarios). Actualmente por tamaño, la barrica más extendida es la bordelesa, de 225 litros y la única autorizada para el envejecimiento de los vinos en la D.O. Ca. Rioja.
Las maderas más valoradas: roble americano y roble francés
Si pensáis en una barrica seguro que automáticamente viene a vuestra mente la madera de roble. Y es que, efectivamente, el roble es la madera más extendida para su elaboración, lo que no quiere decir que sea la única: existen barricas de cerezo, de pino, de acacia, de castaño… Si bien, su uso es minoritario.
Pero el roble sigue siendo el rey tanto por sus características químicas (las cuales son responsables de los compuestos aromáticos que se ceden al vino) como físicas (mejor estanqueidad y mejor manejo de la madera en tonelería) aunque, eso sí, no es lo mismo un roble que otro. El roble americano y el francés son los más utilizados y tampoco son iguales entre sí:
- El roble americano “Quercus alba” es más poroso y, por tanto, permite que llegue más oxígeno al vino, por lo que beneficia a los vinos de crianza corta al propiciar una evolución más rápida. Esto se debe a que “el grano”, o espacio entre los anillos de crecimiento es mayor que en el francés. Por otro lado, es una madera con menor cantidad de taninos que el roble francés. Es el tipo de madera que utilizamos en nuestro Crianza.
- El roble francés, “Quercus robur” por su parte, es más denso y su poro es más pequeño (al tener los radios de crecimiento muy juntos) y, por tanto, la evolución del vino en su interior es más lenta. En consecuencia, es perfecto para las crianzas largas. La cantidad total de tanino que aporta al vino es bastante superior en este tipo de roble. Para nuestro Reserva utilizamos mezcla de ambas maderas y en la crianza de nuestro Gran Reserva, las barricas son 100% roble francés. Es importante tener en cuenta que no todos los vinos jóvenes pueden envejecer en barricas nuevas de roble francés. Es posible que la madera pueda al vino y no consigamos el efecto deseado.
Otro aspecto a tener en cuenta en relación a la madera de las barricas es el grado de tostado, que puede ser ligero, medio o fuerte y si se tuesta la totalidad del interior o sólo las duelas, dejando madera fresca en los fondos. Como seguro que podéis adivinar, el tostado tiene efecto directo en la aromaticidad del vino y el perfil comercial que se busque.
Ahora ya sabéis como empezó el idilio entre el vino y la madera. Fruto de una feliz coincidencia o de los avatares del destino, lo que es innegable es que se trata de una de esas relaciones destinadas a durar para siempre. ¡Brindemos por ella!