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Lenguaje para hablar de vinos

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El vino lo disfrutamos con los cinco sentidos y gran parte de la experiencia está constituida por una amalgama de sensaciones.
Sentir está al alcance de todos, pero expresar lo que se siente con precisión es un arte que necesita un poco de práctica y entrenamiento. Esto es aplicable a todas las facetas de la vida y, en el vino, donde tan importantes son las sensaciones, el lenguaje se ha ido moldeando para poder explicarlas y compartirlas. Al fin y al cabo, no es tan fácil describir, por ejemplo, un aroma con palabras, ¿verdad?
El lenguaje que se ha generado alrededor del vino es, o al menos así nos lo parece, poético, evocativo y, por qué no decirlo, muy bonito, lleno de metáforas, comparaciones, analogías… Porque un vino puede ser aterciopelado, carnoso, elegante… ¿No os parece precioso?
Lenguaje para hablar de vinos
Ahora bien, también es igual de cierto que para el que se quiera iniciar y no lo conozca, puede parecer poco comprensible e incluso inaccesible.
En el post de hoy queremos hacer ver que familiarizarse con el lenguaje del vino es una cuestión que requiere tiempo y práctica pero que, de igual manera, resulta muy satisfactoria. Cuanto más se pruebe, más se escuche, más se lea y más se comparta (gran parte de este lenguaje es eminentemente subjetivo y por eso la comunicación y el intercambio de pareceres cobra tanta importancia), más fácil y fluido resultará. Esto, claro está, es también aplicable a todas esas otras facetas de la vida.
Para todos aquellos a los que les gustaría “aprender a hablar de vinos”, hemos seleccionado unos cuantos términos extendidos y aceptados para que podáis incorporarlos a vuestro vocabulario y que os ayuden a explicar vuestra experiencia con el vino. No es, ni mucho menos, un glosario exhaustivo, sino que pretende servir únicamente como muestra y acercamiento:

  • Por ejemplo, si hablamos de un vino cristalino o brillante, queremos decir que presenta buena limpidez, es decir, que no presenta partículas en suspensión.
  • Un vino profundo es un vino muy poco transparente o que tiene bastante intensidad.
  • Un vino persistente es el que mantiene las sensaciones en boca durante más de 3 segundos.
  • Decimos que un vino es fino o elegante cuando es un vino de alta calidad.
  • Si hablamos de ligereza o de calidez, nos estamos refiriendo a la graduación alcohólica: más baja en el primer caso, más alta en el segundo.
  • Un vino puede ser áspero, suave… según la astringencia: la culpa la tendrán sus polialcoholes.
  • El vino puede ser débil, con cuerpo, con nervio, pleno, robusto, pesado… Con todos estos adjetivos se define su estructura. Por el contrario, puede ser huesudo, hueco, ligero, delgado…
  • También puede ser tranquilo, generoso o bien espumoso.
  • El vino puede ser seco, es decir, poco dulce, o ligeramente dulce (abocado) o llegar a ser empalagoso.
  • Puede ser un vino armonioso, si presume de equilibrio en varios de los aspectos anteriores.
  • Un vino cerrado es el que no expresa sus aromas: le podremos ayudar con la decantación. En lo relativo a los aromas, también puede ser tímido, amable, distinguido, con carácter…

Como veis, no es tan difícil. Según vayáis avanzado en vuestro conocimiento del mundo del vino y vayáis incorporando y aplicando más términos, os será sencillo comprender e interiorizar todas estas metáforas y evocaciones.
Por último, tened en cuenta que lenguaje del vino, como cualquier otro, está vivo, cambia continuamente, evoluciona, se nutre de nuevos términos y abandona otros por desuso. Además, como ya hemos apuntado, las sensaciones que provoca el vino son en gran parte subjetivas, por lo que no temas utilizar tu propio vocabulario si te ayuda a expresarte con más precisión. Seguro que, antes de que puedas siquiera darte cuenta, ¡te ves hablando de vinos como todo un experto!

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