Si en Para abordar esta cuestión hay múltiples perspectivas.
La primera, por lógica, es diferenciarlos geográficamente. El Viejo Mundo se concentra en el continente europeo, los cuales gozan de una larga tradición vinícola.
Podríamos mencionar a España, Francia, Italia, Alemania, Hungría, Portugal, los países balcánicos, también Reino Unido (Brexit mediante) ya que son un productor de espumosos muy a tener en cuenta. También se considera en este grupo a países más al límite geográfico como Georgia (probablemente la cuna del vino moderno) o ya, de Oriente Medio como Israel o El Líbano.
El Nuevo Mundo, en cambio, se concentra en el continente americano pero la norma no escrita es considerar como tal a cualquier país con una tradición vinícola por debajo de los 500 años. Por ello también se incluye en esta categoría a Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda o Japón.
Pero más allá de su mera ubicación, se puede hablar de diferencias de estilos, incluso de embotellados ya que, por ejemplo, en Oceanía es común encontrar vinos por encima de 50 dólares con cierre de tapón de rosca, algo impensable, al menos por ahora, en Europa.
El estilo europeo se caracterizaría por vinos de colores tenues, son sedosos y elegantes, más poliédricos que potentes, acidez marcada, equilibrio, graduación alcohólica por debajo de los 15 grados junto a una integración elaborada. Son vinos frescos.
Los vinos del Nuevo Mundo en cambio, serían un poco lo contrario: colores intensos, mayor presencia de madera nueva, fruta madura, acidez media, tanino exultante, concentración y mayor graduación. Son vinos cálidos.
Dicho esto no deja de ser una gran generalidad, ya que podemos encontrar actualmente vinos de ambas categorías en cualquier parte del mundo dada la tremenda competencia comercial por la cuota de mercado. Por ejemplo, en la zona levantina la descripción relatada para el Nuevo Mundo es muy aplicable.
Las diferencias se están reduciendo pero, al fin y al cabo, hablamos de arquetipos de un tronco común y ahí sí que es innegable las diferencias expuestas.
Y es que muchas obedecen a factores climáticos inevitables, debido a que en Europa el clima es mucho más frío (Champagne, Borgoña, Suiza, Mosel) que los climas que encontramos en las regiones vinícolas del Nuevo Mundo.
De hecho estos países cuando quieren hacer un vino más fresco recurren a viñedos en altitud, en eso Chile y Argentina son un gran ejemplo.
Aún así también hay un concepto incluso filosófico en ambos posicionamientos, y es que los productores de vinos del Viejo Mundo normalmente buscan un equilibrio con el Terroir, intentan integrar todos los factores que intervienen en la tipicidad del producto final. Buscan singularidad (normalmente).
Por ello en Europa la región prepondera sobre la uva. Cuando se pide un vino se distingue por la región («quiero un Rioja o un Ribera del Duero») o por la bodega («quiero un Montecillo»), incluso por la crianza («póngame un Reserva»).
En el Nuevo Mundo no atienden tanto a esto y buscan la diferenciación por la variedad de uva («quiero un Chardonnay») de hecho hay variedades bandera de cada país. Por ejemplo, Sudáfrica creó una llamada Pinotage a través de hibridar las francesas Pinot Noir y Hermitage.
A continuación indicamos alguna de estas uvas bandera:
- California – Zinfandel
- Chile – Carmenere (esta además tiene una historia curiosa ya que hasta hace unos años pensaban que era Cabernet Sauvignon, es decir, su insignia es fruto de la casualidad)
- Argentina – Malbec
- Uruguay – Tannat
- Australia – Syrah
- Nueva Zelanda – Sauvignon Blanc
- Sudáfrica – Pinotage
Seguimos con las diferencias y esta es de lo más objetiva. Las regulaciones de elaboración del Nuevo Mundo son bastante más laxas que las europeas en casi todo.
En Europa hay normativa ingente sobre aspectos como la densidad de plantación, variedades de uvas permitidas y sus rendimientos, método de vinificación, crianzas, tipos de botellas, información contenida en las etiquetas… En el Nuevo Mundo la regulación suele ser bastante más flexible y dando más libertad a los productores.
Realmente obedece a que la tradición en Europa, multicentenaria, pesa mucho más que cualquier otra cuestión, de hecho esa podría ser una buena moraleja a lo que hemos estado comentando.
Ahora es vuestro turno de poner a prueba todo esto catando ambos mundos.
La parte práctica, y divertida, vamos. Con vino se viaja mucho, rápido y a un precio asequible.